1.2.09

PRIMERAS PÁGINAS DE "LOS AÑOS DEL FÚTBOL Y LA VIDA" (NOVELA)

1

Final de temporada


Ha finalizado la temporada, el último partido. Los espectadores, sudorosos, se levantan de sus asientos. No han jugado el partido, pero como buenos aficionados al Esdrid que son, lo han vivido con intensidad, y ello, unido al calor del verano que comienza, les hace sudar.
Está siendo una tarde calurosa, del veintitantos de junio. El partido ha acabado tres a dos para el equipo local, el Esdrid. Jugaban el Esdrid contra el Cádiz, ambos de Segunda División. Ninguno de los dos se jugaba nada, pero aún así los aficionados lo han pasado bien. En el Estadio de Fútbol Juan Méndez Aller se ha presenciado un gran encuentro, con buenas jugadas, ocasiones, goles…, con todo lo necesario al fin y al cabo para pasar una buena tarde futbolera.
“Octavos”, piensa el presidente del Esdrid, al tiempo que se levanta de su asiento presidencial. Alza la mirada a la grada de enfrente, a la de al lado, al resto del palco…, para observar el gentío y así compartir sus reacciones. No hay cosa que más le guste en estos momentos a Adrián Suárez que observar las gradas y las gentes que las ocupan. Al hacerlo, comparte los sentimientos de los socios y afición de la que forma parte, siendo él su presidente, de la afición, del estadio, de los jugadores, del club en suma. Y no es que no vaya a la suya, que va muy a la suya, pero es que el simple hecho de sentirse parte de un algo que él cree bueno, le produce una satisfacción inmensa, y si ese algo bueno además es ganador, mejor todavía.
El presidente del Cádiz le toca el brazo, quitándole de sus pensamientos, y le mira como diciendo: “la mano”; sus ojos parecen decirlo. Adrián Suárez, en consecuencia, le da la mano, sonríe, y el del Cádiz también. Adrián Suárez le felicita:

-Enhorabuena.
-Enhorabuena -contesta el otro.

Los jugadores enfilan el túnel de vestuarios. Los dos presidentes siguen sonriendo, sabedores ambos de un trabajo bien echo aunque a medias. Para sus respectivos clubes habría sido mejor el ascenso a Primera, pero dadas las circunstancias que han rodeado a uno y otro club a lo largo de la temporada, no les está tan mal el resultado final obtenido. Los jugadores del Esdrid, repentinamente, acuden al centro del campo, a instancias del capitán del equipo, Pablo Cascallar. Aplauden a la afición, en reconocimiento claro al apoyo obtenido por ella. Ésta les devuelve el aplauso, el palco incluido. Ahora sí, los jugadores abandonan definitivamente el terreno de juego y la competición, al menos hasta la próxima temporada.
Adrián Suárez se despide también de la clase política, del presidente de Castilla y León, y del alcalde de Esdrid. A los tres les gusta el fútbol, aunque el presidente de la Comunidad es del Valladolid, “para eso nací allí”, que dice él.
Baja a la llamada zona de relax de los jugadores, aunque en realidad lo es de sus amigos y familiares, pues allí éstos les esperan mientras aquéllos se duchan. Se despide de ellos, de los que van saliendo del vestuario, ahora mismo comienzan sus vacaciones hasta la pretemporada. Unas escuetas declaraciones a los medios de comunicación, y hasta mañana, tras la reunión de la junta directiva. Adrián pone en marcha el coche, todo rápido, desea salir de allí cuanto antes, necesita reflexionar.
Ya en casa, Adrián sale a la terraza de su ático con una pequeña radio. La deja sobre una mesa de plástico, de esas blancas, ideales para terrazas y exteriores, y la enciende. Suena la canción de música clásica Canon, de Pachelbel. Al ritmo de la melodía de violines, ojos grandes, nostálgicos pero agradables ante el buen recuerdo, contemplan el cielo parcialmente estrellado. Vive solo, y puede reflexionar bien sobre todo lo acontecido: ha sido una tarde emotiva, ha sido el último partido de la temporada, han finalizado octavos en la clasificación de Segunda División tras estar él al frente del club durante ocho años, ocho temporadas. Su octavo año finaliza. El club pasó de Tercera División a Primera División, para luego bajar a Segunda, hasta hoy.
Adrián Suárez se sienta en una silla, también blanca, también de plástico, venían dos a juego con la mesa. La música de violines sigue sonando. Mira de nuevo al cielo parcialmente estrellado, echa la cabeza atrás en la silla para observar mejor la inmensidad del cosmos. La sensación relajante que éste le produce, el calor que ha cesado con la noche, la música, y el momento en sí, le hacen propicio echar atrás también la memoria en el tiempo. Atrás, siempre atrás, quedan ocho largos pero apasionantes años.














2

El comienzo


Él no lo recuerda todo, claro está. Tiene en su memoria guardados muchos momentos y sucesos, pero no todos los vivió en persona, esto es, algunos se los contaron, otros los intuye.
Cuando Adrián Suárez quiso ser presidente del Esdrid Club de Fútbol, el club vagaba por la Tercera División con más pena que gloria. Eran muchos años intentando subir de categoría, a Segunda B, pero no había manera. Los socios y aficionados sabían que los recursos económicos no daban para más, aunque al mismo tiempo sabían que en la entidad del Juan Méndez Aller no se estaban haciendo las cosas del todo bien. Aquella temporada el Esdrid finalizó noveno, un fracaso total teniendo en cuenta las expectativas planteadas durante los veraniegos meses de planificación. El objetivo había sido el ascenso, y éste, una vez más, no se había conseguido.
Adrián Suárez sabía que para que el Esdrid ascendiera se debían hacer las cosas muy bien: había que sacar dinero de cualquier lugar, había que ponerse a buscar jugadores por la Tercera División, los mejores que se pudiesen fichar, pero que al mismo tiempo resultasen lo más baratos posibles en cuanto a nómina se refiere, pero que también cobrasen lo suficiente como para que estuviesen a gusto y motivados, implicar al máximo a la prensa local, a la afición. Muchas actuaciones, en un principio obvias y fáciles, pero que nadie terminaba de hacer, quizá por desidia de quién había estado al frente del club en los últimos tiempos, quizá por desinterés, quizá por pereza, quizá por todo a la vez incluso.
Es una manía suya: cada final de temporada hace balance de lo acontecido alrededor de los dos clubes de los que él es aficionado y socio, aparte de si es en el momento presidente o no. Porque Adrián Suárez, a parte de ser presidente del Esdrid Club de Fútbol, ahora que recuerda tiempos pasados en la terraza de su casa, es también siempre un gran aficionado del Real Madrid. Hasta tal punto, que diriase que es más merengue que del Esdrid. Pero circunstancias de la vida, como que vive en Esdrid, entre otras que más adelante irá recordando, hacen que hoy Adrián Suárez sea presidente del Esdrid, y un gran aficionado también a este club, faltaría más.
Al día siguiente de finalizar el Esdrid aquella nefasta, paupérrima y patética temporada en las cloacas de Tercera, Adrián Suárez meditaba en el despacho de su empresa sobre todo lo que veníamos contando, es decir, sobre lo que había echo este club y sus componentes en tiempos, por aquel entonces, recientes. Su empresa es Las Lamparas, S.L., una pequeña pero próspera y productiva cadena de tiendas de lámparas con catorce locales en otras tantas ciudades. Una compañía que él mismo fundó cuando tenía veintitrés años, empezó con una tienda en Esdrid, aquella prosperó en su negocio, pudo abrir y abrió más, hasta ese día en que meditaba sobre el fútbol, o mejor dicho, sobre el no fútbol, es decir, sobre el fútbol malo pero que curte, aquel que cuando se vive es despreciable y doloroso por estresante en la cabeza, y por rechazado y no admitido, y que sólo puede un club superar cuando lo acepta pero no lo admite, o lo que es lo mismo, cuando reconoce la mala situación propia, y la rechaza para conseguir una buena, contando con cuarenta y un años en su día de estas o parecidas meditaciones, hoy en la terraza de su ático tiene cuarenta y nueve.
El caso es que Adrián Suárez quería que el Esdrid ascendiera a Segunda División B, y luego a Segunda División A, ciudad había para ello, pensaba, una capital de provincia, al menos su parte futbolística, puede y debe aspirar a tener un club de fútbol en cotas más altas. Pero como no había habido ningún presidente de la entidad que en los últimos veintitantos años hubiese conseguido sacarlo de Tercera, se propuso ser él, Adrián Suárez, presidente del Esdrid Club de Fútbol.
¿Cómo? Primero debía presentarse a las elecciones del club y ganarlas. Ese año del noveno puesto en Tercera había elecciones a la presidencia, con un único candidato, aquel que en los últimos años no había sido capaz de no sólo no lograr el ascenso, si no que ni siquiera había logrado la clasificación para la promoción, o al menos haber contribuido a ello pues son los jugadores los que jugaban, juegan y jugarán, pero hay alguien que los ficha, directamente el presidente o alguien nombrado por él o cercano a él, todo ello unido a otros factores, todos ellos o algunos antes meditados por Adrián Suárez. Ese era el único candidato hasta el momento, y parecía que seguiría siendo el máximo mandatario si nadie más se presentaba, sin celebrase elecciones siquiera.
Para propiciar unas elecciones y ganárselas al por aquel entonces presidente, Adrián Suárez comenzó a mover sus hilos más próximos. Conocía de oídas o de primera mano, según el sujeto de que se tratase, a algunos empresarios de la zona que estaba convencido estarían dispuestos a formar parte del proyecto que quería llevar a cabo. Así, se puso en contacto con dos de ellos: primero con el dueño de la cadena de fruterías más importante de la provincia, de ingenioso y curioso nombre El Camión Frutero, una de cuyas tiendas estaba y está situada junto a la sede central de Las Lamparas, S.L., y posteriormente llamó al propietario de la empresa de transportes que tan buenos servicios le había prestado a su empresa lamparera en tantos y variados momentos y circunstancias. Valga decir que los nombres de estos dos pequeños empresarios que tanto hicieron por el Esdrid y que tantas vivencias pasaron en torno a este club con Adrián Suárez -éste las irá recordando como tantas otras- son, por un lado, Mariano García, el señor de la fruta, le llaman algunos, sobre todo en el mundo empresarial de la zona, o algunos en tono más cómico, ya sea para bien o para mal, según la intención de cada uno: el frutas. Y por otro lado, el de la empresa de transportes es Alberto Silván, no tiene apodo, nadie que se sepa al menos se lo puso.
Estos dos pequeños empresarios con los que Adrián Suárez se reunió por separado, eran socios del Esdrid desde años atrás, mostrándose ambos ilusionados desde un primer momento con la idea que Adrián Suárez tenía en mente, por lo que estuvieron de acuerdo con el hoy presidente esdridista en que debían ponerse a trabajar cuanto antes en el asunto. De tal manera esto fue así, que en las horas siguientes a sus respectivas reuniones, los dos cortejados con éxito se fueron poniendo en contacto, cada uno por su lado, con otras gentes, socios del Esdrid a los que conocían bien. Les fueron llamando por teléfono a lo largo de aquel día según les iba apeteciendo, según les iba permitiendo el tiempo que sus empresas les ocupaba, y según se iban acordando de nombres y personas socios del Esdrid, para contarles el caso y convencerles también para que participasen de aquello para lo que ellos ya habían sido convencidos. Tras las llamadas mencionadas, eran catorce las personas dispuestas a hacer del Esdrid, desde dentro del club, algo más de lo que era, y por qué no, intentar retornarlo a lugares en los que estuvo en épocas pasadas, y que por supuesto más adelante se encargarán de recordar no sólo Adrián Suárez si no también otros aficionados esdrinianos o esdridienses, o mejor aún y más futbolero: esdridistas.
En unos pocos días de junio ya se encontraban en la sala de reuniones de Las Lamparas, S.L. los catorce interesados -Adrián Suárez incluido- en presentarse todos juntos a las elecciones y formar parte luego, una vez ganadas, si así se diese, de la junta directiva del Esdrid. Allí hablaron de lo más importante: el proyecto en si lo primero, lo que debían gastarse entre todos para la campaña electoral, quien sería el vicepresidente, quién los vocales, quién el secretario de la junta…; todo menos quién sería el presidente, ese sería Adrián Suárez, eso estaba claro, era quien había iniciado todo el tinglado. Finalmente fueron doce los miembros candidatos a junta directiva del Esdrid Club de Fútbol, pues dos de aquellos catorce no quedaron muy convencidos y prefirieron seguir con sus vidas por otros derroteros. De manera que tras la reunión les quedó claro, al menos para los doce que seguían adelante, que eran efectivamente doce los que formaban parte de la futura y próxima candidatura a junta directiva del Esdrid, encabezada por Adrián Suárez, que sería el presidente si se ganaban la confianza de los esdridistas, con Mariano García el frutas como vicepresidente primero, y con Alberto Silván como vicepresidente segundo. Y decidiendo y decidiendo, decidieron que ya era mucho decidir, así que decidieron que decidir quién sería el secretario, quién los vocales, de los que saldría un portavoz, y cómo realizar la campaña electoral y la financiación de ésta, se decidiría en otra reunión, dos días más tarde y en el mismo lugar. Valga decir que todas las reuniones y las acciones llevadas a cabo en ellas planificadas fueron desarrolladas por sus protagonistas en un ambiente de gran ilusión y espíritu alegre aunque sólo fuera por dentro en algunas ocasiones, aunque también por fuera en otras.

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